Comentario
Además de nacer nuevos pueblos, también cambió el paisaje agrario. Las alturas estaban pobladas de castillos que concentraban a la población y, como consecuencia, los valles quedaron deshabitados. Los campesinos ya no vivían en las cercanías de los campos que cultivaban. Hasta ellos caminaban cada mañana, con los aperos a la espalda, o cargados en un asno. Pero los campos no eran todos iguales. Los huertos requerían vigilancia y cuidados continuos, por lo que era natural plantarlos dentro del mismo castillo o en el exterior, junto a la muralla. Ello en ocasiones obligaba a construir terrazas para dar estabilidad y profundidad a los suelos que, con gran frecuencia, eran pedregosos y se hallaban en fuertes pendientes. Rápidamente apareció un cinturón de minúsculos huertos rodeando los castillos. También el viñedo demanda trabajo y vigilancia, aunque en menor medida que la horticultura; en consecuencia, más allá del cinturón de huertos aparece el viñedo, con sus liños separados por cañas, olivos y árboles frutales; las cepas se alinean estrechamente, formando un bloque compacto, al abrigo de la voracidad de las cabras, ovejas, bueyes y otras bestias, a las que tan sólo se les permite entrar en los viñedos tras la vendimia.
Si nos alejamos un poco más del castillo, el paisaje cambia de nuevo, ya no hay vides o árboles frutales, sólo cultivos de siembra que requieren menores cuidados, y algunos sectores boscosos. Más allá, llegando a los límites del territorio que domina el castillo, predominan el terreno sin cultivar y el bosque. Del mismo modo que las casas antes dispersas han sido sustituidas por el castillo, la continuidad de cultivos de aquella época ha sido reemplazada por un nuevo paisaje, estructurado en una serie de sectores agrarios dispuestos, respecto al centro habitado, en orden de productividad decreciente.
El castillo, sin embargo, no representó solamente una revolución en los asentamientos, en la sociabilidad campesina, en las formas de cultivo y en el paisaje. Fue también el origen de una transformación fundamental de las estructuras del poder. Quien lo poseía estaba a salvo y, ya que aseguraba la defensa, desempeñaba la más básica de las tareas del poder. Como contrapartida, la población estaba obligada con el señor por una larga serie de contraprestaciones y tributos, pero, sobre todo, él ordenaba y castigaba. En una época en la que el orden público, representado por el Estado, había ido desapareciendo, los poderosos, tanto nobles como eclesiásticos, encontraron en los castillos un medio nuevo y muy eficaz para imponer su propio dominio a una población campesina que, finalmente, había comenzado a crecer después de la dramática caída demográfica de los siglos precedentes.